Las antecesoras de la palma cícada tamaulipeca (Ceratozamia kuesteriana) ya servían de pasto a los dinosaurios. Esta especie, que recuerda a las palmeras, fue descrita por primera vez en el jardín botánico de San Petersburgo (Rusia) a mediados del siglo XIX, pero es originaria de México. Allí fue redescubierta en estado silvestre en la parte norte de Sierra Maestra Oriental a mediados de los años 60 del siglo pasado. Desde entonces, el deterioro del hábitat por la explotación maderera y su recolección directa para exportarla como planta ornamental han reducido su población hasta unos pocos centenares, apareciendo en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) como en peligro crítico de extinción. Eso fue en 2009, última revisión de la lista. Puede que ya no exista. Como esta palma, miles de especies están desapareciendo por la presión humana.
La utilidad para la civilización humana ha decidido el destino de muchas especies vegetales
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