Lo llaman el “asesino silencioso”: sabe esconderse bien, sortea la artillería para neutralizarlo y cuando da la cara, suele ser demasiado tarde. El cáncer de páncreas es el tumor más letal: la esperanza de vida en el momento del diagnóstico no llega a los cinco meses y apenas el 7% de los pacientes sobreviven a los cinco años. En los últimos 40 años, los avances científicos han sido irregulares, con más tropiezos que fortuna, y apenas se ha logrado mejorar el pronóstico y la supervivencia. Es la piedra en el zapato de los investigadores, admite Núria Malats, jefa del Grupo de Epidemiología Genética y Molecular del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO), que lleva 15 años buscando factores de riesgo: “El cáncer de páncreas mata a los pacientes y también la carrera investigadora de los científicos, aunque este escenario está cambiando”, apunta. Sin mecanismos de detección precoz y con la mayoría de diagnósticos en estadios avanzados de la enfermedad, la quimioterapia sigue siendo la gran arma de combate de un tumor que aún se resiste a los envites de la prometedora inmunoterapia y otros tratamientos dirigidos.
Este tipo de neoplasia es la más letal y la investigación científica apenas ha logrado mejorar el pronóstico y la supervivencia en los últimos 40 años
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